Gone girl: película perdida

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David Fincher intenta un gol desde el centro de la cancha y lo hace utilizando la novela que publicara hace un par de años Gillian Flynn, en la que un matrimonio que celebra su quinto aniversario queda expuesto en carne viva cuando ella, Amy, desaparece y él, Nick, termina siendo el principal sospechoso. Gone girl fue bestseller del New York Times y la misma Flynn es quien escribe una adaptación que le agrega un desenlace adicional que en la novela no está. Y quizás ese sea el elemento que destruye todo intento de hacer un thriller impecable.

Gone girl es una película sobre el horror del otro, sobre la dualidad víctima-victimario, sobre la violencia en cada hogar -física, verbal, mental-. Es sobre la brutalidad y el absurdo de los medios -una obviedad, desde luego- y sobre la construcción de la verdad. Pero al estar repleta de tantas incongruencias, estas cosas no importan. Sus grandes temas quedan reducidos a nada y hay muy poco que se pueda hacer. Gone girl pasa cuando te has llevado a todo el mediocampo, la defensa y al arquero y al patear el balón, lo mandas a la tribuna. Celebras la jugada, pero no hay gol.

Nick Dunne se levanta la mañana del 5 de julio, sale a pensar a la playa y al regresar no encuentra a Amy en casa. La mesa de centro está destruida, los vidrios se han vuelto pedazos de arena y hay una mancha de sangre en la cocina que él no descubre sino los agentes del policía que él ha llamado porque todo le parece sospechoso. Sí, es sospechoso y lo que más extraño resulta es la poca expresividad o ausencia de desesperación en las acciones de Nick. A los ojos de todo el país -Amy es la base de un personaje de literatura infantil muy querido, creado por sus padres-, Nick será visto como el asesino de una mujer fabulosa e impecable. Para muchos, ella no ha sido secuestrada, la han matado y no encuentran todavía el cadáver. Nick sostiene su inocencia y debe defenderse a toda costa, especialmente cuando las cosas empiezan a abrirse ante sus ojos y nos damos cuenta de que ese matrimonio no es más que grietas y grietas y detrás de una de ellas está la respuesta de este ¿misterio?

David Fincher sabe cómo armar una escena perfecta. Tiene un sentido de ritmo que muchos quisieran tener al hacer sus películas. Puede construir un relato de atrás hacia adelante, mezcla de hechos reales y ficticios y ayudarte a entender cuál es la dinámica del relato. E incluso nos regala ambigüedades que sirven para cuestionar la idea de quién es el villano y por qué. En el fondo Gone girl es una película sobre decisiones y engaños. Y sobre la crueldad que un ser vivo puede ejercer sobre otro. Y durante dos horas tenemos un relato casi perfecto sobre lo que la venganza puede generar y lo que se supone puede ser el control.

Pero -aquí viene el gran pero- Fincher no logra sostener el relato en la última media hora cuando una serie de absurdos suceden, uno detrás de otro, y no hay manera de, como espectador, tragarse la píldora completa. Sí, es un final abierto y quizás un final abierto le hace justicia a una historia así, pero ¿qué es un final abierto? ¿Es dejar las llagas en el aire para salir de la sala y sentirnos engañados? Fincher recurre a las mismas estrategias de sus protagonistas y los relatos inconsistentes para dejarnos un filme que justificamos y excusamos porque “sí”. En Gone girl muchas cosas pasan porque sí y eso es una puñalada en un relato que pintaba para perfecto, pero que se estrella porque las pistas de un crimen dejan de importar y se vuelven accesorias. Lo que es una pelea en iguales/desiguales condiciones decanta en una idea de complicidad que resulta atractiva en papel, pero una complicidad en una película en la que hay misterio, suspenso y muerte debe ser de aquellas en la que quien ve el filme acepte y sea parte de la decisión. Amy y Nick están presos de algo que de ser cercano a quienes vemos la película deja de ser próximo, de golpe.

Porque Fincher rompe su propio juego y lo que es un secuestro/crimen perfecto deja ver sus costuras y ya no hay nada que podamos hacer. Quedamos más rotos que la mesa de centro de la casa del matrimonio Dunne.

Toda la precisión del montaje, de la música -ya se está convirtiendo en algo obvio lo que hacen Reznor y Ross en mancuerna-, y de ciertos movimientos de cámara desaparece. Hay villanos y villanos, criminales y sospechosos, víctimas y oportunistas… Con esta película, Fincher se gradúa un poco de todo esto, solo porque empieza creando el crimen perfecto, nos lo muestra así, y cuando todo flaquea, cuando las declaraciones se entrecruzan, cuando pasan cosas en la pantalla que hasta un niño de cinco años puede considerar ridículas, nos dice que no importa, que la investigación ha concluido, que todo esto es solo una historia alrededor del terror del la convivencia.

Y puede ser que tenga razón. Pero el horror, casi siempre, está en el contexto. Y al borrar todo el entramado policial de un solo golpe, como si no hubiera existido, Fincher deshace la película y nos escupe otra cosa para que comamos. La violencia de un director que quiere removernos por removernos.

Gone girl
Dir: David Fincher
Guión: Gillian Flynn (basado en su propia novela)
Elenco: Ben Affleck, Rosemund Pike, Tyler Perry, Neil Patrick Harris, Carrie Coon, Kim Dickens
Regency Enterprises, Pacific Standard, 20th Century Fox
2014

La duda como única postura (sobre “La muerte de Jaime Roldós”)

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Se ha cortado mucha tela detrás del documental de Manolo Sarmiento y Lisandra Rivera. Pero una tela que no es precisamente la que este trabajo ofrece. Es más, esa tela tiene poco que ver con lo que hay en el documental y ha venido repleta de lecturas poco pertinentes. Se ha hablado bastante en redes sociales y en medios acerca de la memoria como justificación para la importancia de este documental y lo cierto es que esa importancia quizás no está en el ejercicio de la memoria (aunque sí es un tema medular en el documental), ni en la investigación de siete años que llevó a los realizadores a Argentina, Bolivia, y El Salvador, ni en el acto de cotejar pruebas, dar indicios, ofrecer una hipótesis, defenderla y en ocasiones dejar que el espectador concluya la línea de razonamiento (pocas veces esto, desde luego). Esa importancia tampoco radica en el ridículo conflicto generado por la negativa de Supercines de pasar el documental; ni en ese intento que existe, desde varios espacios del poder político actual, en establecer nexos entre Rafael Correa y Jaime Roldós.

La importancia de “La muerte de Jaime Roldós”, como película, es que nos permite enfrentarnos a nuestra propia compasión y al hecho inquebrantable que desde el mismo poder se extienden tentáculos para que ciertas cosas permanezcan en silencio, en complicidad de gente que reconoce lo terrible, pero prefiere quedarse callada, porque es mejor, porque así uno se evita problemas, porque los que están arriba son más poderosos que el individuo que sabe y que no sabe qué hacer con eso que sabe. No es nuevo esto, desde luego, pero en un fabuloso epílogo, este documental consigue explicar una realidad ecuatoriana con una simpleza que abruma. Mientras esos silencios se dan, los dolores crecen sin forma. Por eso, la duda aparece como única postura. Esa duda que evidencia Santiago Roldós cuando se quiebra al hablar en un acto público y asegura que quisiera creer que todo fue un accidente.

La fuerza de una colectividad (o de un espectador) no está en la memoria, sino en reconocer que los mecanismos para crear memoria tienen sus dinámicas. “La muerte de Jaime Roldós” habla de esta dinámica.

Pero para llegar a este epílogo hay que sortear metraje que a momentos tambalea (así como la cámara al hombro escogida para grabar ciertas tomas, quizás para darle un aspecto más “orgánico” a la imagen, quién sabe). Sobre todo porque hay mucha información de por medio y quizás los realizadores, para distanciarse del formato televisivo, con el que conocemos al género del documental, prefirieron omitir los caracteres y los nombres de las personas que aparecían en pantalla. Sarmiento narra en off y nos dice sus nombres, pero fácilmente olvidamos quiénes son y el relato se vacía de personajes… hasta que llegamos a los créditos. Hay ciertos riesgos que a veces resultan y a veces no.

La película se juega por la idea del asesinato de Roldós, su esposa, Marta Bucaram, y su comitiva, en un accidente de avión, el 24 de mayo de 1981. Plan Cóndor, Plan Viola, la política exterior gringa de Ronald Reagan – que se distanció de la de Carter – se juntan en una lectura bien sustentada en la que la figura de Roldós aparece como una complicación, un glitch in the Matrix, para las dictaduras de la región en esos días. Sarmiento y Rivera nos presentan a un Presidente del retorno a la democracia abanderado de los derechos humanos por encima de los estados, buscando una conciencia mucho más clara en la región y en el mundo. Roldós como un adelantado. Roldós como una molestia y para los realizadores esto desencadenó en su muerte.

“La muerte de Jaime Roldós” es un documental que ofrece contextos, y muchos. Contextos que hablan de lo que era Roldós en el concierto internacional. Muchos se podrán quejar de la escasa o casi nula revisión puertas adentro de lo que fue el mandato de Roldós (de lo que sí hay referencias, advierto), pero no estamos revisando cómo fue Roldós como Presidente para el país, este no es un trabajo sobre su Presidencia. Estamos siendo testigos de aquellas causas que confluyeron en su muerte, cuando tenía 40 años. Y aquí hay una selección, un recorrido y un planteamiento político que crea un discurso.

Discurso que a momentos se podría considerar a favor del gobierno de Rafael Correa (sobre todo por ese instante confuso en el que se lo menciona a Correa como Presidente en funciones “mientras se realiza el documental”). Incluso vemos segundos del actual ministro de Cultura, Paco Velasco, caminando por las calles con la boca pegada con cinta, en protesta de algún gobierno de los años 90. Sí, hay cierta paradoja en la utilización de estas figuras, sobre todo porque es impresionante cómo los realizadores revelan mecanismos de poder para manejar información, como las cadenas nacionales, que siguen siendo recursos comunicacionales actuales. Esta no es una paradoja revelada en el documental, esta es una de esas cosas que suceden con el contexto del espectador. Revisar la historia, ejercer la memoria, es entender qué es eso que no ha dejado de pasar.

Sarmiento y Rivera sacan el recuerdo privado a las salas de cine, ese recuerdo que le pertenece una familia, y consiguen justificarlo por la torpe investigación sobre las causas y las consecuencias en la vida política del país que supuso la muerte de Roldós. Le dan forman, tratan de entenderlo y lo regresan al mismo ámbito en que se vuelve doloroso: al personal. La mejor parte del documental es sin duda aquella en la que nos centramos en Santiago Roldós y en toda la construcción de esta tragedia con sentidos dramáticos y hasta explícitamente shakesperianos. Aquí es cuando el trabajo tiene sus mejores minutos, cuando deja esa historia de documentos e indagaciones y se centra en las consecuencias “pequeñas” y en cómo, a través del arte (Santiago Roldós es un reconocido autor y director de teatro) se puede conseguir cierta idea de justicia, mucho más efectiva que los silencios o discursos oficiales.

“La muerte de Jaime Roldós” triunfa cuando tiene humor, como en esa triste intervención de un embajador chileno, o en cierta frase del exembajador Falconí, o en la entrevista con Santiago Roldós. Esos momentos liberan toda la carga dura del documental y nos deja sentir la humanidad detrás de todo. Lastimosamente son muy cortos y pocos. Quizás el tema le ganó al tono o la investigación fue tan grande que hubo que dejar algunas cosas de lado. La historia es compleja e incluso desde la misma narración (Sarmiento trata de buscar un posible inicio de esta historia cuando el documental empieza), atestiguamos esta complejidad.

¿Realmente estamos en un país completamente distinto al país en el que murió Roldós y en el que se investigó deficientemente sobre su muerte? Al encenderse las luces no tienes una respuesta. Quisieras creer que es así, pero en un país como este no hay certeza. La duda, eso es lo que nos dice Sarmiento en su locución, es también una postura política. La única posible en este país.

“La muerte de Jaime Roldós”
Dir: Manolo Sarmiento y Lisandra Rivera.
Productor(es): Lisandra I. Rivera
Compañía productora: La Maquinita y M&S Producciones
Fotografía: Daniel Andrade
Edición: Manoela Ziggiatti
Sonido: Juan José Luzuriaga, Esteban Brauer
Música: Daniel Mancero
2013

¿Cómo te enfrentas a la polémica? Sobre “La Muerte de Jaime Roldós” y su no proyección en los Supercines

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Ayer, en medio de la comunicación en redes sociales sobre el próximo estreno del documental “La muerte de Jaime Roldós”, de Manolo Sarmiento y Lisandra Rivera, se supo que la cadena “Supercines” había decidido no pasar el documental. Decisión, obviamente, polémica por donde se la vea. Los realizadores han sido lo inteligentemente cautos como para pedir que la cadena revise y dé el brazo a torcer con su decisión… pero el resto de personas que se enteraron de esta noticia, no. Y ahí comienza toda la tela necesaria para cortar.

Es claro que no pasar una película producida en Ecuador en una cadena grande de cines dificulta que esta película llegue al mayor público posible. Eso es una joda al bolsillo de toda producción y nosotros como espectadores quizás no entramos en la dinámica del riesgo económico de un filme. Pero al menos sí podemos reaccionar ante estas cosas con cierto sentido común. Lo cierto es que nunca hemos sido una ciudadanía tan articulada como para protestar por aquello que podamos considerar injusto. Y en este caso, para este documental, así como para el resto de filmes que se hacen acá y para el público que está empezando a desarrollar cierto interés por un cine más cercano, que no se pase una película es una bofetada.

Pero, siempre deben existir esos “peros”. Sobre todo si tomamos en cuenta de que otras cadenas sí pasarán el documental.

Un documental que revise un momento histórico en particular del país (la poco clara muerte de un Presidente en funciones, luego de nuestro retorno a la democracia), no deja de ser un documental. Yo parto de esa idea. ¿Qué hace bueno a un documental? No lo sé, quizás esa sensación de control de una historia y de redondear toda una experiencia humana en casi dos horas de metraje. Hay muchas cosas que pueden hacer bueno a un documental. Sin embargo, estoy convencido de que reducir un documental a la sola idea de la memoria y de la justicia es convertir al cine en un espacio televisivo de denuncia, porque la Policía no ayuda y los jueces están comprados.

La diferencia es clara: es cine, no es tv. Entonces ese upgrade de formato es suficiente. Pero entendamos que el fracaso de la historia y de las instituciones no confundir a las manifestaciones audiovisuales.

El cine puede y debe denunciar. El cine que es solo denuncia no tiene mucho sentido.

La mayoría vio en “Con mi corazón en Yambo“, de María Fernanda Restrepo, un documental sobre lo terrible del país, para no perder la memoria y presionar por justicia. Y sí, tiene de eso. Pero este gran trabajo (que sigue siendo lo mejor del cine hecho en Ecuador, desde mi perspectiva) es acerca de la vida, sobre el dolor y sobre cómo hacer que ese dolor no se coma las entrañas de la humanidad.

No espero algo menor de un documental sobre la memoria de un país. No sé cómo ven los demás este asunto, yo no trato de quedarme con la denuncia, sino con la película.

Quiero partir de eso con mi análisis, pequeño y obvio. ¿Por qué? Porque las reacciones y las palabras escritas en redes sociales realmente salieron del orden lógico de las cosas, sobre todo cuando el Ministro Coordinador de Conocimiento y Talento Humano comentó sobre el hecho y aseguró varias cosas, entre ellas que “no podemos seguir siendo rehénes de monopolios culturales”, o que La ley de Cultura debe cambiar estas cosas, para luego hablar directamente de otro tipo de cine, en contraposición (lo hizo sobre “Superman”), y definir lo que significa proyectar ese tipo de películas de esta manera: “semanas de culto a la ignorancia! Memoria! Soberanía! A vencer la hegemonía del oscurantismo!”.

Palabras fuertes.

Sin embargo, el tema es sencillo. ¿Tiene derecho Supercines de negarse a pasar una película en sus cadenas? Sí. Es lamentable que lo haga, pero lo puede hacer. Las políticas de programación de una sala pueden ser vistas como un juego de dados (o quizás como un hecho político fuerte) y como no tenemos mucha claridad acerca de estas decisiones, solo podemos elucubrar. Nosotros construimos las razones y tomaremos decisiones alrededor de este tipo de acciones de una cadena de cine. Porque somos animales de cine y nos parece inaudito que no se quiera pasar un filme en un tipo de sala que pasa muchos tipos de películas.

“Rehénes de monopolios culturales”: Esta expresión no tiene ningún sustento. El mismo hecho de que se hable en esos términos es la prueba de la poca precisión de la expresión. Cadenas y salas como “Cinemark”, “Multicines”, la misma Cinemateca Nacional, el Ochoymedio y “Mis Cines”, van a pasar el documental desde el 23 de agosto en Guayaquil, Quito, Cuenca y Ambato. Una cadena se ha negado. Solo una. Ese “secuestro” insinuado no es tal. ¿No vamos a poder ver la película? Creo que estamos muy lejos de eso. El problema sí que va a ser que haya menos ingresos para su realizadores, lo cual es un crimen en este país que intenta darle alas a su cine.

¿Necesitamos una ley de cultura para este tipo de situaciones? Sospecho que así nos faltaría poco para legislar sobre la cantidad de gente que debe ir a una película. Estamos tocando puntos casi absurdos. La intervención del Estado para el desarrollo del cine es necesaria, pero ¿hasta qué punto? No sé si obligar a un cine a pasar cierta película sea parte de esa función. Proteger las realizaciones locales y buscar una mejor distribución para llegar a más espectadores sí es una función estatal y en ese caso, hoy, con tanto modelo de negocio dando vueltas en el mundo del cine, la sala no es el único lugar para ver un filme y sacar dinero. Incluso hasta armar cuotas de películas pasa por ahí, con cierto sentido lógico, pero todavía no tenemos tal nivel de producción que nos haga competitivos.

Y luego está contraponer un cine frente a otro. Uno es el malo, el que ciega, el otro el que libera, el que deja ver las cosas. Sí, Superman tiene la culpa.

Esto ni siquiera puede estar sujeto a reflexión. El consumo de cine se basa en construcciones sociales que terminan siendo ejercicios de individuos. Y más que seguir hablando de que vivimos en un “oscurantismo”, está en nuestras manos ser más críticos con lo que consumimos, incluso con aquello menor que se consume. ¿Qué culpa tiene Superman? Muchos ensayarán respuestas, y les puedo asegurar que todas parten de prejuicios que no terminarán con ese “oscurantismo”. Porque definir qué está bien ver y qué no, en función de los cánones políticos del momento, es jugar al mismo “oscurantismo”.

Superman y Roldós en el cine. Y ver las películas como consumidores críticos. Eso es ejercer cultura y romper la pasividad como espectadores.

Además, la única soberanía del cine está en las películas.

Entonces nada. ¿Cómo podemos dejar que no gane una decisión que lamentamos? Pues yendo al cine. Veamos la cartelera, porque la película se va a proyectar y vayamos todos a la sala más cercana a ver “La muerte de Jaime Roldós”. Porque ser “el documental que Supercines no quiere proyectar” es también una buena razón para ir a verlo, ¿no?

¿Mark Strong suena a Lex Luthor para la secuela de “Man of Steel”?

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Sí, y el mismo actor, en una entrevista con Digital Spy, respondió ante el rumor: “Solo puedo decir… mira este espacio”. Y sí, Mark Strong lo dijo todo. Interesante propuesta, más allá de su aspecto físico, pues Strong no está para nada alejado del mundo de las adaptaciones de comic (ya estuvo en “Green Lantern“, como Sinestro – una película golpeada aunque es mejor de lo que se cree – y “Kick-ass“) y que es capaz de sostener dramáticamente lo que tiene que hacer, aunque solo aparezca 10 minutos en pantalla.

Sí, Strong tiene ese poder.

Así que nada, ¿se imaginan a Mark Strong como Lex Luthor?

Cine ecuatoriano: hablar de lo mismo

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El orgullo nacional es la medida. No se puede hacer mucho en esa área. Ayer fue el día del cine ecuatoriano y se me hace necesario reflexionar un poco sobre el tema de la fecha y de lo que sucede acá alrededor de una actividad que me apasiona y que debe aprender de los errores y aciertos que está cometiendo, todo al andar. Porque de eso se trata,

1. El cine hecho en Ecuador (hago una gran distinción con “cine ecuatoriano” (y según recuerdo Diario El Comercio hizo la misma distinción ayer) es un cine que pese a tener ya 89 años de existencia, desde el estreno de la primera película de Augusto San Miguel, recién está arrancando como un fenómeno de discusión publico, Pese a que en los años 90 “La Tigra“, de Camilo Luzuriaga, llevara más gente al cine que “Batman”, de Tim Burton.

2. Importa más el carácter “nacional” que el carácter “cine”. Eso deberá cambiar, para que tenga algún tipo de sustento artístico y comercial.

3. A todo esa gente que critica el hecho de que haya intervención del Estado en el tema cine, les tengo una noticia: es necesaria. Los ejemplos de negocio que no son gringos marcan una tendencia importante, no para estar en contra de Hollywood, sino para sustentar una filmografía que pueda ser visible y manejada como otro tipo de oferta. El sistema francés de financiamiento público permite unas 200 películas por año, entre cosas mejor hechas que otras y bodrios que no sirven mucho. Pero de esa manera se genera algo que se pueda sostener frente a una competencia que solo se mide en función del capital invertido.

Francia, incluso, habla de la excepción cultural y ha conseguido que el resto de la Unión Europea contemple eso en las negociaciones con Estados Unidos para un tratado comercial. Así, se protege más la creación cultural europea. Lo cual es interesante.

4. El cine no es solo películas de explosiones. Las implosiones, esas que pasan en tu cabeza, también son importantes.

5. Y ya que hablamos de cine francés… Si bien acá se hacen producciones baratas frente a otras realizaciones del extranjero, ¿se deben hacer películas tan caras para la realidad económica de Ecuador? ¿De 400 mil, de 600 mil dólares? Esa es una discusión que todavía se debe y eso que sí se ha dado, pero debería ser más discutida. Creo que si tomamos el ejemplo de la “Nouvelle Vague“, con sus distancias temporales y estilísticas, podríamos encontrar un buen mecanismo para entender que calidad y buenos resultados aparecen también al marcar el camino de presupuestos modestos para la realidad que se vive. Quizás así podamos hacer una industria que con el tiempo, cuando cumplamos 120 años de “cine nacional”, pueda tener filmes con presupuestos grandes, competitivos.

6. Tampoco me crean mucho.

7. Y entendamos que el mismo hecho de que se hayan perdido las películas de Augusto San Miguel, nuestro primer cineasta, es prueba de que nuestra relación con la creación no es la mejor. Quizás sea bueno partir de eso.

Encuentran película de Orson Wells previa a “Citizen Kane”

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Fotograma de “Too much Johnson”

Uno a veces no sabe qué pensar, pero estas noticias sí que emocionan. El filme mudo “Too much Johnson“, una comedia de enredos de 1938, y dirigida por Orson Wells, ha sido descubierta en la bodega de una pequeña cinemateca en la ciudad de Pordedone, al norte de Italia.

Solo de escribirlo se me pone la piel de gallina.

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¿Por qué? Porque más allá de cualquier implicación alrededor de su figura, Orson Wells es un gran cineasta y ahí está su obra para demostrarlo (ni hablar de “Citizen Kane” en este punto). Y ahora tenemos una “nueva” película que incluso él dio por perdida. De una hora de duración, el filme está siendo restaurado por el Museo de Fotografía y Cine George Eastman, de Nueva York y se sabe que este octubre será estrenada, vista por primera vez por el público, en las jornadas de cine mudo de Pordedone y días más tarde en Nueva York.

Y sí, esto hay que ver, amigos. Hasta mientras, les dejo este ejemplo de cineasta de lujo: la secuencia inicial de “Touch of evil“.

Sencillo: Harvey Weinstein piensa que Occidente es estúpido

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¿Y si tiene razón?

La noticia realmente es que la película de Bong Joon-ho, “Snowpiercer“, una apuesta por la ciencia-ficción en la que la humanidad está sumida en una nueva Era de Hielo y todos están viviendo en un tren, como último refugio, va a ser cortada, editada, macheteada, para su estreno en Estados Unidos y el resto del mundo de habla inglesa. ¿Por qué? Porque por decisión de Weinstein, la cabeza de The Weinstein Company, que hace de distribuidora, se han decidido dejar de lado 20 minutos del filme (ligados con explicaciones alrededor de varios personajes) y agregar un narrador en off. Todo porque, de acuerdo a la información que ha trascendido por el portal Twitch Films, dada por el crítico Tony Rayns, hay cierto miedo en la distribuidora: “La gente de The Weinstein Company le ha dicho a Bong que su intención es asegurarse de que el filme sea entendido por las audiencias en Iowa… y Oklahoma”.

¿Es realmente “Snowpiercer” una película difícil de entender para un público occidental? Recientemente estrenado en Corea del Sur (de donde es su director), la película fue alabada por sus críticos y se ha convertido en uno de los estrenos más importantes del país. Lo cierto es que, de acuerdo a Rayns, estos cambios son insultantes y transformarán una rica película de ciencia-ficción en algo solo repleto de acción trepidante.

¿Seremos tan tontos? El insulto de Hollywood suele doler más…

Nuevo tráiler de “Machete Kills”

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Todos están en esta nueva película de Robert Rodríguez, secuela de su filme que hizo en 2010 y que le dio un protagónico de lujo a Danny Trejo. La exageración regresa en esta “Machet Kills” en la que Carlos Estévez (Charlie Sheen) hace del Presidente de Estados Unidos, quien llama a Machete para combatir una amenaza llamada Mel Gibson. ¡Hasta Lady Gaga aparece en esta fanesca! Así que nada, play al tráiler y déjense llevar. Punto.

Di mi nombre: Una promo más del inicio del fin de “Breaking Bad”… y más cosas…

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Y nada, este domingo inicia la última tanda de capítulos de “Breaking Bad” con un episodio dirigido por el propio Bryan Cranston y que será visto hasta por las piedras. AMC nos lanza otra promo plagada de refrito y que nos dice todo: Hank ya sabe qué hace su cuñado Walter White y él, ya convertido en Heisenberg, tiene todo en sus manos para perder. Play al tráiler y déjense llevar.

Aunque no sé si sea tan bueno dejarse llevar como el multimillonario Warren Buffet, quien hace poco, en el preestreno del capítulo que todos mortales veremos el domingo, declaró que Walter White es “un gran hombre de negocios”. Lo cual sintetiza muchísimo la construcción del personaje, ¿no?

Y eso no es todo. El Premio Nobel de Literatura, Orham Pamuk, en una entrevista para New Republic se mostró partidario de definir a series como esta y “The Wire” como el reemplazo de Dickens. Y vaya que tiene razón.

Sebastián Cordero habla sobre “Europa Report” para Collider

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La entrevista que quizás aquí no se hace todavía porque no se la he pedido todavía (Sadtrombone). Pero fuera de la joda, siempre es bueno leer a cineastas hablar de sus proyectos y evidenciar esos mecanismos que hay detrás de una película. Eso suele ser de gran ayuda  al espectador.

Cordero habló con Sheila Roberts de Collider y dijo, entre otras cosas, qué fue lo que sucedió para que él dirigiera esta película de ciencia-ficción que es realmente impresionante:

“Bueno, fue extraño. Es una de esas cosas que me vinieron casualmente. Antes de esto, yo no tenía una clara intención de hacer una película de ciencia-ficción. Cuando era adolescente, leí un montón de ciencia-ficción, y tuve una fase durante un par de años cuando leí un montón de Isaac Asimov, Ray Bradbury, Arthur C. Clarke, Theodore Sturgeon y luego hubo varios otros, cuentos sobre todo, que realmente me inspiraron. Pero fue una fase. Después de eso, me fui en una dirección diferente, y las películas que he hecho son más arriesgadas, realistas y las puse en mi país, en Ecuador. Pasó que un productor había visto Crónicas y realmente le había gustado. Fue interesante, porque sentía que el grupo de productores detrás de la película decidió correr el riesgo, haciendo hincapié en que más que contratar a alguien que sería un director de cine de ciencia-ficción o un freak ciencia-ficción , querían un director que sería muy que estuviera más preocupado por contar bien una historia y por el trabajo con los actores. Suena obvio, pero en este género hay directores que hacen hincapié y ponen toda su energía en los efectos visuales y la forma, y en última instancia esta se trata de una historia de seis personajes en un espacio cerrado. La forma en que lo vieron fue que, para mí, eso sería la prioridad y, finalmente, los personajes son el corazón de la película. Hay que estar de su lado. Hay que ponerse en sus zapatos. En la superficie hay un montón de cosas que suceden en la historia, pero creo que tiene que ver con los personajes. Tiene que ver con la esencia y la maravilla de la ciencia y la exploración. En cierto modo, estoy muy agradecido de que ellos se arriesgaran, ya que no sucede a menudo”.

Si quieren leer el resto de la entrevista, en la que Cordero habla sobre la investigación que hizo y de cómo fue armando ese gran elenco para la película, hagan clic acá. Mucho ojo al hecho de que Michael Nyqvist aceptó ser parte del filme por el guión y porque sí había visto una película de Cordero antes… esas cosas que a cualquier cinéfilo emocionan.